La película empieza exactamente donde terminó la aventura anterior, con el The End dibujado en el cielo. ¿Y ahora qué?, se preguntan los Muppets. “¡Hacemos una secuela!”, cantan a coro en un brillante número que hasta se permite parodiar a Ingmar Bergman. Gran comienzo para esta aventura europea de la troupe creada por Jim Henson y felizmente revivida gracias a la dupla James Bobin (director)-Nicholas Stoller (guionista).
El carácter multitarget es uno de los activos históricos de los Muppets. No lo perdieron, así que bajo el paraguas de sus historias siguen refugiándose con idéntica comodidad y gozo los chicos y los grandes. La película -como la inolvidable serie de TV- transita por diferentes planos, desde la comedia física más elemental hasta los juegos de palabras y los guiños cinéfilos. Lástima que a Tucumán llegó la copia traducida, lo que ayuda a los chiquitos pero perjudica los estiletazos dialécticos y -en especial- al espíritu de las canciones. Habrá que esperar el DVD.
Como es tradición, por la pantalla desfilan infinidad de estrellas. Es un cameo tras otro, al punto de que más de una cara conocida pasará sin ser reconocida (¿es Sylvester Stallone el que lleva una escalera en una de las primeras escenas?). Cierra el gran Frank Langella. Ricky Gervais y Tina Fey se lucen en los protagónicos, mientras Ty Burrell compone una desopilante dupla de investigadores con Sam.
Claro que las estrellas serán siempre los Muppets, milagrosas criaturas capaces de sobrevivir a la todopoderosa animación digital. ¿No es maravilloso disfrutar una película con marionetas de verdad? Y aquí no faltó la tentación de escribir marionetas de carne y hueso. Y eso que hace tiempo y a lo lejos Kermit era René y a Fozzie le decíamos Figaredo, pero se sabe que Disney decidió unificar los nombres y a otra cosa. En fin.
Los números musicales son buenísimos, incluyendo un dueto entre Miss Piggy y Celine Dion. Hay intrigas, romance, mucha emoción y gags de punta a punta. Así son los Muppets. Marca registrada.